
Por tercer año consecutivo, el Papa Francisco sigue el Vía Crucis del Coliseo desde el Vaticano, un recorrido por las heridas del mundo.
Por tercer año consecutivo, el Papa Francisco no pudo participar presencialmente en el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo de Roma. A sus 88 años, el Santo Padre continúa recuperándose de una neumonía bilateral que requirió su hospitalización, y las bajas temperaturas de la noche romana no eran adecuadas para su estado de salud.
A pesar de su ausencia física, el Pontífice se hizo presente espiritualmente a través de los textos de las meditaciones que acompañaron las catorce estaciones del Vía Crucis, rememorando el camino de Jesús hacia el Calvario. Cientos de fieles siguieron la ceremonia desde el anfiteatro romano, mientras que millones lo hicieron a través de la transmisión en vivo.
El acto litúrgico, uno de los más importantes de la Semana Santa, comenzó a las 21:15 (hora local) y ofreció una profunda reflexión sobre las heridas del mundo, guiada por las palabras del Papa Francisco. El Pontífice invitó a abrazar “la economía de Dios, que no mata, no descarta, no aplasta. Es humilde, fiel a la tierra”.
Francisco describió el Vía Crucis como “la oración de los que se mueven”, un camino que interrumpe la rutina para conducirnos “del cansancio hacia la alegría”, invitando a los fieles a seguir los pasos de Jesús fuera de la ciudad, símbolo de “nuestro éxodo hacia una nueva tierra”.
En sus meditaciones, el Santo Padre también criticó las “lágrimas de circunstancia” ante las tragedias humanas y las “divisiones dentro de la Iglesia”, subrayando la misericordia como fundamento de la salvación y proponiendo el camino de la Cruz como una forma de conversión. Finalmente, invocó “el don de la conversión del corazón” con palabras de San Francisco.
Las meditaciones del Papa fueron leídas mientras se recorrían las 14 estaciones, que marcan el camino de Jesús cargando su cruz hacia el monte Calvario.
El Vicario General del Papa para la Diócesis de Roma, el Cardenal Baldassare Reina, llevó la cruz en la primera y última estación. En las demás, participaron jóvenes, voluntarios de Cáritas, familias, personas con discapacidad, inmigrantes, religiosos, viudas consagradas, confesores, educadores, personal sanitario y voluntarios del Jubileo, representando la diversidad de la Iglesia y el mundo.