
Rosario, Santa Fe – Siete miembros de la violenta organización criminal liderada por el narco Jorge “Chivo” Castillo fueron condenados a prisión perpetua por el brutal asesinato de dos jóvenes en 2021. Las víctimas, Dylan Joaquín Valenti (18) y Brian Ezequiel Molina (22), fueron ejecutadas a balazos y abandonadas con un macabro mensaje intimidatorio, en lo que el tribunal consideró una venganza por el homicidio de un familiar del cabecilla.
El doble crimen, que conmocionó a la región, ocurrió la noche del 30 de septiembre de 2021 en una zona rural entre Rosario y Pérez, en las inmediaciones de Uriburu y Las Palmeras. Este lunes, tras una exhaustiva y compleja investigación, se conoció la sentencia del Tribunal Oral Federal N°2, integrado por los jueces Alejandro Negroni, Facundo Becerra y Hebe Marcogliese: siete condenas a prisión perpetua y una octava persona con una pena de siete años.
Las condenas recaen sobre la peligrosa banda que respondía a Jorge “Chivo” Castillo (30), un conocido narcotraficante del oeste rosarino. El fiscal Alejandro Ferlazzo, a cargo de la causa junto a su equipo y personal de la División Homicidios, había solicitado las penas máximas, que fueron avaladas en su totalidad por el tribunal.
La represalia que desató la masacre
Las pruebas reunidas en la causa determinaron que el doble homicidio fue una sangrienta represalia por la muerte de Julián Zanier, alias “Inválido” o “Paralítico”, apodos que hacían referencia a su condición física tras quedar en silla de ruedas por un disparo en 2016. Zanier, con antecedentes por homicidios y vínculos con la venta de drogas en Villa Banana, fue acribillado con unos 30 disparos en su casa de Fontana al 3100, en el barrio Nuevo Alberdi, el mismo 30 de septiembre de 2021. Un grupo armado, haciéndose pasar por policías, lo ejecutó en un ataque que dejó cerca de 70 casquillos en la escena.
Esa misma noche, el “Chivo” Castillo ordenó una venganza inmediata. Trascendió que, en medio de la tensión, sus allegados comenzaron a “apretar gente y a patear puertas”. Fue entonces cuando el nombre de Dylan Valenti surgió como un posible delator, ya que alguien lo habría escuchado decir que “había dos millones de pesos por la cabeza de Julián Zanier”.
A pesar de no contar con pruebas firmes contra Valenti, el grupo criminal decidió avanzar. Dylan fue abordado en la vía pública, cerca de su domicilio en Parque Oeste. En ese momento, se encontraba con su amigo Brian Molina, quien no tenía ninguna vinculación con el narcotráfico. Su presencia fortuita junto a Valenti selló trágicamente su destino.
La “cacería” y el mensaje de la mafia
Según la acusación, ambos jóvenes fueron “cazados” por Castillo, su pareja Denise “La Colo” Amancay Castro (26), Sebastián “Narigón” Romano (28), Alexis “Popeye” Zárate (21), Hernán “Sombra” Cabrera (31), Emiliano “Pepo” Reunica (30) y Ezequiel Molina (33).
Los secuestraron a la fuerza y los subieron a un Volkswagen Suran, propiedad de uno de los implicados, que luego fue abandonado. Este vehículo era seguido por un VW Pointer gris, conducido por Reunica, y una motocicleta.
Las víctimas fueron trasladadas hasta un camino de tierra en la intersección de Uriburu y Las Palmeras, una zona conocida por ser escenario de crímenes vinculados al narcomenudeo y el abandono de vehículos robados.
Durante las tres semanas que duró el juicio, los testimonios reconstruyeron los últimos y desgarradores momentos de vida de las víctimas. Según una de las versiones, Brian Molina llegó a suplicar ante los sicarios: “Soy un gil laburante”. A pesar de ello, fue ejecutado. Incluso, se relató que algunos de los presentes se habrían reído durante la masacre, para luego robarle algunas pertenencias.
Los cuerpos fueron encontrados al día siguiente, el 1º de octubre, por un vecino. En la escena del crimen, los asesinos dejaron una nota con la frase “con la mafia no se jode” y el dibujo de una corona, en un claro intento de desviar la atención hacia una banda rival.
Una investigación compleja que llegó a buen puerto
A pesar de las dificultades iniciales para esclarecer el caso —como la falta de cámaras de seguridad y de celulares—, la investigación tomó impulso gracias a testimonios anónimos que revelaron detalles clave sobre la planificación del crimen. Las pistas apuntaban a una reunión en una casa ubicada en 27 de Febrero y Brasil, desde donde se habría organizado el seguimiento y el ataque.
Con esa información inicial, el fiscal Ferlazzo logró reconstruir lo ocurrido mediante un minucioso análisis de antenas de telefonía, peritajes a dispositivos secuestrados y fotografías en las que los acusados posaban con una cadenita robada a una de las víctimas.
Las detenciones de los implicados comenzaron en abril de 2022, con un operativo en un departamento de Pellegrini al 700, donde se encontraron altares dedicados a San La Muerte en posesión de Castillo. La última captura se dio en septiembre de 2023, cuando la Policía Federal arrestó en General Pinedo (Chaco) a Ezequiel Molina, el último eslabón de la banda.
El tribunal resolvió condenar a los siete implicados a prisión perpetua por los delitos de homicidio calificado por el concurso premeditado de dos o más personas, agravado por el uso de arma de fuego; homicidio doblemente calificado por premeditación y con el objetivo de ocultar otro delito (criminis causa); hurto calificado por el estado de indefensión de la víctima; y tenencia ilegal de arma de guerra, todos en calidad de coautores.
Por su parte, Alan Emanuel Sappa fue condenado a siete años de prisión por encubrimiento agravado, luego de que durante los primeros allanamientos se encontrara en su poder un celular perteneciente a una de las víctimas y un revólver calibre .32.