
La Santa Sede decretó la desaparición definitiva del Sodalicio de Vida Cristiana, fundado por el pederasta Luis Fernando Figari, al concluir que “nunca hubo carisma del Espíritu Santo” en su origen.
La organización, símbolo del ala más conservadora de la Iglesia en Latinoamérica, deberá entregar todos sus bienes —estimados en más de mil millones de dólares— para compensar a cientos de víctimas de abusos.
Un final sin vuelta atrás
El decreto de supresión, firmado el 14 de enero pero hecho público recién ahora, fue rubricado por el papa Francisco, la prefecta de Vida Consagrada, Simona Brambilla, y el subsecretario Aitor Jiménez Echave. La decisión no admite apelación y liquida las tres ramas del Sodalicio:
Fraternidad Mariana de la Reconciliación
Siervas del Plan de Dios
Movimiento de Vida Cristiana
Investigaciones encargadas por el Vaticano al sacerdote Jordi Bertomeu confirmaron que la obra de Figari estuvo “viciada desde el principio”, con prácticas sectarias, abusos sistemáticos y una obsesión por el poder, el dinero y el sexo.
¿Por qué tardó en hacerse efectiva?
La demora en la ejecución del decreto se debió a:
La enfermedad del Papa
Tácticas dilatorias de miembros del Sodalicio
La complejidad de desentrañar su red financiera, clave para indemnizar a las víctimas y reubicar a los miembros restantes.
Un golpe al conservadurismo eclesial
El Sodalicio, considerado el “Opus Dei peruano”, fue un bastión contra la Teología de la Liberación y contó con el respaldo de figuras como el ex cardenal Juan Luis Cipriani, hoy marginado. Su caída plantea interrogantes sobre el futuro del Opus Dei, que aguarda una decisión papal sobre sus estatutos.
¿Qué pasa ahora?
Investigación de abusos: Se abrirán procesos para documentar todas las denuncias.
Liquidación de bienes: El patrimonio del Sodalicio se destinará a reparar a las víctimas.
Exigencia de colaboración: Se ordena a los exmiembros ayudar en el inventario y venta de activos.
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