El 3 de abril de 2024 quedará marcado en la memoria de los taiwaneses como el día en que la tierra rugió con una fuerza descomunal.
Un poderoso terremoto, con magnitudes oscilando entre 7,2 y 7,5 según diversas estimaciones, sacudió la isla china de Taiwán, desatando una serie de réplicas que sembraron el pánico y dejaron un rastro de destrucción a su paso.
Según la Agencia Meteorológica de Japón, este fue el mayor de los movimientos telúricos en un cuarto de siglo.
Más de 50 réplicas siguieron al temblor principal, oscilando entre magnitudes de 3,3 y 6,5, manteniendo a la población en un estado de constante alerta.
El balance preliminar de la tragedia es desolador: nueve personas han perdido la vida y al menos 821 resultaron heridas, según informó el Departamento de Bomberos taiwanés.
Entre las secuelas más devastadoras se cuentan los 26 edificios que se desplomaron, más de la mitad de ellos en la ciudad de Hualien, epicentro de la catástrofe. Veinte personas aún yacen bajo los escombros, mientras los equipos de rescate trabajan incansablemente para salvar vidas.
El epicentro se situó a 25 kilómetros al sur-sureste del condado de Hualien, donde la fuerza del seísmo se sintió con mayor intensidad, según reportes de la Administración Meteorológica Central.
La magnitud del terremoto, combinada con su profundidad de 15,5 kilómetros, ha desencadenado una serie de corrimientos de tierra a gran escala, agravando aún más la situación en distintas partes de la isla.
El recuerdo del devastador terremoto de 1999, que arrebató la vida de unas 2.400 personas y dejó un saldo de 50.000 edificios destruidos o dañados, sigue latente en la memoria colectiva.
Hoy, Taiwán enfrenta una vez más la crudeza de la naturaleza, con un edificio gravemente inclinado en Hualien y otro bloque de apartamentos de ocho plantas que se desplomó parcialmente.
Las imágenes que emergen de las zonas afectadas son desgarradoras: ciudades enteras sacudidas por la furia de la tierra, grandes estructuras tambaleándose amenazadoramente y escenas de caos y desesperación entre quienes buscan a sus seres queridos entre los escombros.
En medio del dolor y la destrucción, la solidaridad se alza como un rayo de esperanza.
Los esfuerzos de rescate y asistencia se multiplican, mientras Taiwán se enfrenta a la tarea titánica de reconstruir y sanar las heridas causadas por uno de los terremotos más potentes de su historia reciente.