*Por Mariano Cuvertino, diputado provincial
La hidrovía Paraguay-Paraná es un corredor natural de 3.442 km que nace en Puerto Cáceres, Brasil, y se extiende hasta la desembocadura del río de la Plata en el océano Atlántico.
Para las provincias que forman parte de este inmenso sistema hídrico, es mucho más que un simple corredor de transporte: es la columna vertebral del comercio, de la integración regional y la llave para un desarrollo económico en una escala que todavía América del Sur no ha conocido.
Desde hace meses en la Cámara de Diputadas y Diputados alertamos sobre la importancia de defender esta arteria fluvial convencidos de que el tema de fondo no se reduce a calado, tramos de peaje, ni licitaciones sino a una cuestión mucho más fundamental y estratégica: el desarrollo productivo de la Región Centro-Litoral, de toda la Argentina y probablemente del Cono Sur americano. Compartimos algunos puntos a tener en cuenta en este debate:
La navegación continua convierte a la hidrovía en la principal arteria fluvial por la que sale el 80% de la producción de Argentina. No solo es útil para agilizar y bajar los costos de producción sino para atraer inversiones y agregar valor a la cadena productiva de los cinco países que forman parte de este sistema de ríos de la cuenca del Plata.
En los más de 3 millones de m2 de superficie están las tierras más ricas, minerales, ganado, una importante actividad económica y un complejo sistema de grandes, medianas y pequeñas ciudades distribuidas sobre su extensión.
Dos ejemplos dan cuenta de esta riqueza: para el 2027 la Bolsa de Cereales de Buenos Aires proyectó que Argentina podría llegar al récord de 200 millones de tn de granos y Brasil espera alcanzar en el mismo plazo las 10 millones de tn anuales de hierro y manganeso solamente en la zona de Corumbá.
Ese es el potencial real que tienen los territorios que conforman la hidrovía y al que se le da la espalda. La decisión del gobierno nacional de desobligar el dragado del tramo entre Tambúes y Santa Fe es el último ejemplo de ello.
Las empresas privadas que se benefician con la medida tienen una razón para festejar, pero el estado nacional debe estar por encima de los intereses sectoriales, los análisis económicos de corto plazo y los límites que impone el status quo para tener una mirada estratégica que ponga el foco en el desarrollo contemplando la verdadera potencialidad de una cuenca continental comparable con el gigantesco y diversificado sistema fluvial del Mississippi en Estados Unidos.
Que el Estado nacional acepte sin más la idea de que no hay barcos para el puerto de Santa Fe es una declaración de principios acerca del desinterés por el desarrollo de este sistema estratégico que significa la hidrovía.
Abandonar esta pretensión es sintomático de la falta de proyección de la Argentina actual y de su limitado propósito que no sólo deja en la marginalidad a toda la Región Centro-Litoral, sino que abandona también un potencial de riqueza en una escala muy superior a la actual.
El área económica que conforman las ciudades de Santa Fe y Paraná es un punto nodal logístico estratégico: vincula norte-sur y este-oeste, allí converge la hidrovía con el corredor bioceánico que une Coquimbo con Rio Grande, y la Región Centro con la nueva Región Litoral.
En esta zona de más de 1.2 millones de habitantes se produce además un cambio sustancial de profundidad en la vía navegable del Paraná Medio, que otorga una función estratégica para la circulación de personas, bienes y servicios.
Esta intersección logística tiene a la vez un valor simbólico muy grande porque contiene a las dos grandes capitales provinciales que fueron emblema de la organización federalista, republicana y democrática del Estado argentino: Santa Fe, la cuna de la constitución nacional y Paraná, la capital de la Confederación Argentina.
Es en este punto de cruce donde se hace carne el legado histórico compartido por las provincias de la Región Centro y la Región Litoral que tuvo a la figura de Artigas como referente indiscutido y a la Liga de los Pueblos Libres, como el espacio en el cual proyectarse.
Es en este contexto en donde debe tratarse todo el sistema de infraestructuras que requiere la gran cuenca hídrica de los ríos Paraná y Paraguay, que aún con toda su potencia, no termina de nacer. Evidentemente, no se trata de un barco más o menos, o de la operatividad de un puerto más o menos, sino de un proyecto de desarrollo integral, que permita un salto de escala en la capacidad de producción de riqueza integrando a toda la Región Centro-Litoral en beneficio del país.
Las cuencas hidrológicas no son sólo vías navegables, sino que también pueden ser comprendidas como vectores de desarrollo de los sistemas de producción que se conectan regionalmente y con el resto del mundo. Piénsese en este contexto cómo pueden proyectarse las ya existentes capacidades científico-técnicas-educativas que caracterizan a la Región Centro y la Región Litoral, que incluyen casas de altos estudios centenarias en las principales ciudades provinciales y una sólida tradición universitaria que se refleja en la alta tasa de académicos y científicos por habitante.
Científicos sociales de primer orden concuerdan en que la gran diferencia entre países desarrollados y subdesarrollados no está solamente en el valor de sus recursos naturales sino fundamentalmente en la capacidad para encadenarlos con el conocimiento. Ese es el camino que Santa Fe debe seguir e incluso liderar. La convergencia de la Región Litoral y la Región Centro, su proyección continental y el lugar estratégico que ocupa la ciudad de Santa Fe en este proceso deben alentarnos a asumir esta tarea.
En definitiva, la inteligencia debe primar sobre el capricho, la estrategia orientar la práctica y los intereses generales ordenar los particulares, para que podamos avanzar hacia una realidad en donde las ganancias sean mutuas y no excluyentes. No es más que tomar la clave del desarrollo que fue expuesta por los flamantes premios Nobel de economía, Daron Acemoğlu y James Robinson en su trabajo Por qué fracasan los países. Evitemos el fracaso y pongamos nuestro esfuerzo en llegar a buen puerto.