Brochero: la incansable vida del “cura gaucho” que construía caminos y escuelas, y la historia de los milagros que lo convirtieron en santo

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*El 26 de enero de 1914, la vida de José Gabriel del Rosario Brochero llegó a su fin en Santa Rosa del Río Primero, pero su legado perdura. Conocido como el “cura gaucho”, Brochero es el único santo argentino que nació, vivió y murió en su tierra natal. A 110 años de su fallecimiento, su figura sigue resonando por sus innumerables obras de caridad y su impacto en la región.*

Brochero, oriundo de Carreta Quemada, un paraje cordobés, nació el 16 de marzo de 1840. Desde su juventud, enfrentó desafíos, incluida una enfermedad de la viruela que dejó facciones rígidas en su rostro. La leyenda cuenta que, al día siguiente de su nacimiento, una caída de la yegua que lo llevaba al bautizo marcó su rostro de por vida.

Con nueve hermanos, Brochero expresó su deseo de ser como el párroco Adolfo Villafañe desde temprana edad. A los 16 años, con la guía de Villafañe, ingresó al seminario y fue ordenado cura diez años después. Su dedicación a la fe se combinó con una incansable labor social.

En 1869, asumió como vicario en el departamento de San Alberto, hoy valle de Traslasierra. En su extenso curato, que abarcaba más de cuatro mil kilómetros cuadrados, concluyó la construcción de la capilla de San Pedro, mostrando su compromiso con la comunidad. A pesar de obstáculos como la lepra y la deserción de peones, Brochero persistió con la ayuda de seminaristas y llevó adelante importantes proyectos, como la Casa de Ejercicios inaugurada en 1877.

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Brochero también destacó como mediador en conflictos y amante de los asados. Su peculiar manera de hablar, utilizando refranes y anécdotas, lo hizo cercano a la gente. Construyó iglesias, escuelas rurales, casas parroquiales y, montado en su mula Malacara, recorría la región, tomando mate con leprosos y desafiando las advertencias de contagio.

En 1908, la lepra lo dejó ciego, pero esto no lo detuvo. En 1912, decidido a cumplir un proyecto inconcluso, se reunió con Hipólito Yrigoyen en Córdoba. La personalidad de Brochero impactó al futuro presidente.

Sus últimos días los pasó rezando y meditando. El 26 de enero de 1914, falleció con las palabras: “Ahora, puestos los aparejos, estoy listo para el viaje”. Su funeral fue un acontecimiento en la región, marcando el fin de una vida dedicada al servicio de los demás.

La canonización de Brochero en 2016, durante una misa en la Plaza San Pedro, fue el reconocimiento de dos milagros atribuidos a él. Un violento accidente automovilístico y una brutal golpiza tuvieron desenlaces que desafiaron toda explicación médica. Nicolás, un niño gravemente herido, se recuperó de manera milagrosa, al igual que Camila, cuya recuperación fue calificada como asombrosa.

El legado de Brochero persiste en la región que él transformó. Desde 1916, la Villa del Tránsito lleva su nombre en homenaje. Brochero se convirtió en el primer santo argentino que nació, vivió y murió en su tierra natal, una figura querida y respetada que sigue inspirando a generaciones. Su tumba descansa en la iglesia Nuestra Señora del Tránsito, recordando a aquel “cura gaucho” que puso “la Patria al hombro”.

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