En una emotiva noche de Viernes Santo, las calles de Rafaela se vieron iluminadas no solo por las luces de las farolas, sino también por la ferviente devoción de los fieles que participaron masivamente en el tradicional Vía Crucis.
Este antiguo ritual, que conmemora el camino de sufrimiento de Jesús hacia la crucifixión, no solo es un evento religioso, sino un símbolo de profunda introspección y reflexión espiritual para los creyentes católicos.
Bajo el cobijo de la imponente Catedral San Rafael, comenzó esta peregrinación espiritual, encabezada por el obispo de la Diócesis, monseñor Pedro Torres.
Familias enteras, grupos de jóvenes scouts, y personas de todas las edades se unieron en una sola voz para recorrer el camino que Jesús una vez caminó.
El Vía Crucis, conocido también como la Vía Dolorosa, es mucho más que una recreación simbólica de los eventos que llevaron a la crucifixión de Jesús.
Es una oportunidad para los creyentes de acompañar espiritualmente a Cristo en su sufrimiento, de cargar simbólicamente la cruz junto a él, de sentir su dolor y su sacrificio en cada estación.
A lo largo del recorrido, las calles empedradas resonaban con las oraciones y los cantos de los fieles.
En cada una de las 14 estaciones, se detenían para reflexionar sobre los momentos clave de la Pasión de Cristo: desde su condena injusta hasta su crucifixión y sepultura. Y así, entre el bullicio de la multitud y el silencio de la contemplación, se tejía el vínculo espiritual que une a los creyentes con su Salvador.
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Pero el Vía Crucis no es solo un acto de recordación, sino también de redención. Según la Enciclopedia Católica, aquellos que participan con devoción en esta ceremonia tienen la oportunidad de obtener una indulgencia plenaria, el perdón de sus pecados y la remisión total de la culpa. Es un momento de gracia y de reconciliación con Dios, de renovación espiritual y de fortalecimiento en la fe.
Las palabras del obispo Torres resonaron en el corazón de los fieles, recordándoles que Jesús sigue teniendo sed de amor, de entrega, de unidad entre sus seguidores. En un mundo marcado por la división y la discordia, el mensaje de unidad y compasión del Viernes Santo adquiere una relevancia aún mayor.
Mientras tanto, en otras partes del mundo, como en Rosario, la violencia obligó a adaptar las celebraciones, transmitiendo el Vía Crucis por televisión y online para permitir que los fieles pudieran participar desde la seguridad de sus hogares.
Es un recordatorio de que, incluso en tiempos de dificultad, la fe y la devoción pueden encontrar formas de expresarse y de mantener viva la llama de la esperanza.
Finalmente, las reflexiones del Papa Francisco sobre la importancia de la oración en la vida cristiana resuenan con fuerza en este tiempo de reflexión y preparación para el Jubileo de 2025.
En un mundo cada vez más distraído y desconectado de lo espiritual, el llamado a la oración nos invita a reconectar con lo divino, a encontrar paz en medio del caos y a renovar nuestra relación con Dios.
En resumen, el Viernes Santo en Rafaela no solo fue una noche de devoción y reflexión, sino también un recordatorio poderoso del significado profundo del Vía Crucis en la vida de los creyentes.
En cada paso, en cada estación, en cada momento de silencio y de oración, los fieles fueron testigos de la pasión y el sacrificio de Cristo, encontrando en su ejemplo fuerza, consuelo y redención.