El 18 de julio de 1994, una explosión devastadora en la sede de la AMIA en Buenos Aires dejó un saldo de 85 muertos y más de 300 heridos. Tres décadas después, la búsqueda de justicia continúa siendo una herida abierta en la historia argentina.
El atentado a la AMIA, ocurrido hace 30 años, sigue siendo recordado como uno de los episodios más oscuros de la historia argentina. El 18 de julio de 1994, a las 9:53 de la mañana, una camioneta Trafic blanca cargada con 400 kilos de explosivos estalló frente a la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en el barrio porteño de Balvanera. La explosión dejó un saldo trágico de 85 muertos y más de 300 heridos, convirtiendo esa jornada en una de las más negras de la historia del país.
Desde entonces, han pasado tres décadas sin que las investigaciones judiciales ni las acciones de los distintos gobiernos hayan arrojado resultados satisfactorios para los familiares de las víctimas. La comunidad judía en Argentina, la más numerosa de América Latina, sufrió un golpe devastador, pero el atentado fue percibido como un ataque a toda la sociedad argentina.
En total, 77 víctimas estaban dentro de la sede de la mutual judía y otras 18 en la vereda o en edificios aledaños al momento del atentado, cuyos responsables siguen impunes. La falta de justicia ha sido una constante en estos 30 años, con iniciativas como la del gobierno de la ex presidenta Cristina Kirchner para acordar con Irán el interrogatorio a los acusados, la cual terminó sin resultados y envuelta en polémica. Actualmente, el gobierno del presidente Javier Milei intenta implementar el juicio en ausencia para avanzar en el proceso contra los acusados iraníes.
La tragedia de la AMIA no fue el primer ataque contra la comunidad judía en Argentina. Dos años antes, el 17 de marzo de 1992, una camioneta Ford F-100 explotó frente a la Embajada de Israel en Buenos Aires, matando a 27 personas y hiriendo a más de 100. Estos atentados subrayan la vulnerabilidad y el dolor de una comunidad que ha sido objeto de violencia y odio.
El edificio de Pasteur 633, sede de la AMIA, había sido inaugurado en 1945 y era un símbolo de ayuda y asistencia para la comunidad judía en Argentina. Tres días antes del atentado, una Traffic blanca fue estacionada a tres cuadras del edificio, cargada con explosivos que, al detonar, crearon un cráter de seis metros de profundidad y causaron daños materiales por 15 millones de pesos/dólares.
Cada 18 de julio a las 9:53, en la reconstruida sede de Pasteur 633, se hace sonar una sirena en memoria de las víctimas y como un llamado constante a la justicia. A pesar de los miles de artículos periodísticos, libros, ensayos, y testimonios, la lucha por justicia sigue siendo una herida abierta en el corazón de Argentina.
El atentado a la AMIA no solo dejó un saldo de muerte y destrucción, sino que también marcó un antes y un después en la historia argentina, una historia que 30 años después sigue clamando por justicia y verdad.
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